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Sunday, November 27, 2016
The Empty Campus. Education and Miseducation in the Global New Age.
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Wednesday, November 9, 2016
Saturday, October 8, 2016
Los Judíos de Sicilia
La saga histórica de los judíos no contiene capítulos sencillos y el de
la judería siciliana no es ciertamente una excepción. Mientras las historias de
los hebreos de Galitzia, India y Japón han sido estudiadas extensamente, una de
los asentamientos más antiguos de la Diáspora ha sido marginado en términos
generales. La mayor isla del Mediterráneo ha sido durante milenios una de las
encrucijadas más importantes de la primeras civilizaciones.
La historia contada en la Odisea y en la Ilíada, los mitos fundacionades
del espíritu aventurero helénico, ubican ciertas criaturas míticas como el
cíclope Polifemos, hijo de Poseidón, en Sicilia. La imaginación popular aún
señala dos grandes acantilados en la costa de Catania como las piedras que
aquel gigante le lanzó a Odiseo. El estrecho entre la isla y tierra firme
reciben el nombre de Esquilo y Caribdis. Desde la antigüedad, los griegos
establecieron colonias en Sicilia y se acepta por lo general que los helenos
continentales tuvieron un papel fundamental en la civilización occidental al
detener el avance de los persas en Europa. También se olvida por lo regular que
el ejército de la ciudad Estado de Siracusa, una antigua colonia corintia,
peleó contra los cartagineses durante siglos para detener su expansión. Las
diferencias son claras: los griegos inventaron la democracia, con todas sus
contradicciones, mientras sus enemigos pertenecían a Estados totalitarios. No
solo los cartagineses eran así, sino que además practicaban los sacrificios
humanos hasta que, tras la derrota, Agatocles, rey de Sicilia, los obligó a
firmar un tratado de paz en el que renunciaban a esta práctica horrible. Por
ello se puede decir que si los griegos continentales y sicilianos hubieran sido
derrotados, una cultura diferente a la helénica habría predominado en la
región, y que la influencia judeocristiana en la civilización occidental quizá
habría sido distinta. Sicilia, fue, por supuesto, no solo griega. Fenicios,
cartagineses y romanos en la antigüedad, y posteriormente los bizantinos,
árabes, normandos, suevos (Hohenstuafen), franceses (anjeos) y españoles
(aragoneses) también estuvieron en esta tierra como conquistadores.
La historia del primer asentamiento judío en Sicilia es controversial,
aunque sabemos que los hebreos sicilianos tuvieron un papel fundamental en esta
hasta el infame edicto de expulsión del 31 de marzo de 1492 de Fernando de
Aragón e Isabel de Castilla, que echó fuera de esos reinos y de las tierras
controladas por estos a los judíos. Hay una documentación extensa sobre el
antisemitismo brutal en España, respaldada particularmente por figuras malignas
como el gran inquisidor Tomás de Torquemada.
Sin embargo, ese sentimiento no lo compartía el pueblo de Sicilia. El
virrey de Sicilia, don Fernando de Acuña, no publicó el decreto, sino dos meses
y medio después de su proclamación. Algunas zonas del territorio siciliano, por
ejemplo Pantelleria, una islita en el canal de Sicilia, estaba poblada
exclusivamente por judíos. El edicto efectivamente acabó con quince siglos de
historia judía. Hoy en día, Sicilia contiene más evidencias arqueológica de
presencia judía que toda España. Las catacumbas son abundantes en la isla,
sobre todo en Siracusa, donde uno fácilmente se puede perder, y se ha probado
que son de origen judío.
Al final de las guerras púnicas contra Cartago, los romanos reforzaron
el área central mediterránea, por lo que Sicilia fue un punto estratégico para
el Imperio. Relativamente en poco tiempo, los romanos arrasaron gran parte del
bosque siciliano para transformarlos en el granero de Roma. Esto inició un
proceso de desertificación antinatural en la parte central de la isla, que es
visible aún en nuestros días. Algunos académicos han señalado que una parte del
gran número de judíos capturados y esclavizados por los romanos tras el sitio
de Jerusalén por Pompeyo, en el año 63 de la era común, fue a parar a Sicilia.
El procónsul Craso vendió 30 mil judíos y no es aventurero afirmar que una
parte de ellos fueron a parar a Sicilia, una parte importante del Imperio.
En una famosa monografía de 1957, Cecil Roth –entre otros libros, autor
de Una historia de los marranos- nos cueenta que «el primer escritor judío
nacido en Europa del que se tiene conocimiento fue Caecillius Calactinus
[Cecilio de Caleacte, nacido en Sicilia, y perteneció a la corriente de
oratoria llamada aticista]… quien floreció en el primer siglo antes de la era
cristiana» y que además era bien conocido fuera de la comunidad intelectual
judía. Este es el primer nombre de una larga lista de nombres de académicos,
rabinos, poetas, entre otros varios intelectuales sicilianos. Uno de entre
muchos fue Samuel Ben Nisim al-Masnut, autor de poesía sinagogal, comentarios
midrásicos y un libro sobre Job –Maayán Ganim– reeditado en Berlín en 1899.
Samuel ben Nisim nació en Palermo y luego emigró a España, donde normalmente lo
llamaban Sikili, es decir El Siciliano, un nombre que encontramos en muchos
hebreos en toda la cuenca mediterránea tras la expulsión. Aarón Abulrabbí,
quien compiló una defensa del judaísmo, hoy extraviada, e hizo un sesudo
comentario sobre Rashí, era nacido en Catania. Abú Aflá, autor de trabajos
teosóficos y mágicos, y que estudió con maestros eminentes como Gershon Sholem,
era oriundo de Siracusa.
A finales del siglo XV, Anatoli Ben Yosef, un juez rabínico de
Alejandría (Egipto) envió una pregunta a los rabinos de Siracusa, y estos la
reenviaron a Moshé ben Maimón (Maimónides), que dio su punto de vista en uno de
sus Responsa. El trabajo intelectual de los judíos sicilianos se extendió desde
la astronomía a las matemáticas y la poesía. Yehuda Shmuel ben Nisim
Abul-Farag, de Agrigento, se convirtió al cristianismo con el nombre de
Raimundo de Moncada y fue «uno de los hebraístas europeos más eminentes del
siglo XV». Tradujo el Corán y enseñó hebreo y cábala a una de las figuras más
importantes del Renacimiento italiano: Pico della Mirandola.
El descubrimiento de la guenizá de El Cairo confirmó no solo la
existencia de un amplio mercado judío de seda y de libros entre los siglos X y
XII, sino también de rutas marinas y terrestres entre Sicilia y Palestina. En
el libro cristiano de Hechos (28:12) el autor refiere que Saulo de Tarsos,
mejor conocido como Pablo, pasó tres días en Siracusa camino a Roma, pero no
menciona una comunidad judía allí. Sin embargo, en otra parada en su viaje
habla de un asentamiento hebreo en Pozzouli, donde él pasó siete días. En
cualquier caso, el hecho que el autor no haya mencionado nada sobre esa kehilá
no implica necesariamente su inexistencia. De hecho, pco menos de cien años
después (aproximadamente en el 120), rabí Akiva se detuvo en Siracusa durante
uno de sus viajes y reportó la existencia de tres comunidades mínimas. Hoy, en
prácticamente todas las grandes ciudades sicilianas hay un sector llamado «La
Giudecca», el barrio judío, donde aún es posible conseguir el lugar donde
estaban los baños rituales o mikvés. En Siracusa, por ejemplo, el baño ritual
de la comunidad está situado debajo de la iglesia de San Filippo, en el centro
de La Giudecca.
Los judíos sicilianos tenían nombres especiales para las cosas de la
religión. Por ejemplo, Simjat Torá se llamaba «La festa de la Mortilla», la
carne kasher era «carne tajura» (quizá derivada del término tahor o puro, en
hebreo); y la sinagoga no era el Bet Hakenéset sino «La Meschita» (y en otros
casos muschita).
Los judíos dejaron huellas en muchos sicilianos de distintas zonas,
desde el lenguaje, la tradición culinaria, la topografía de las ciudades, y en
los nombres de la gente. Muchas de estas relaciones tienen que ser estudiadas,
para poder entender mejor estas comunidades judías, que vivieron durante más de
quince siglos en a la isla, durante lo cual nos dejaron perlas preciosas aún
por descubrir.
Sergio Caldarella, Los Judíos de
Sicilia, in Revista Maguen-Escudo, Caracas, Venezuela. https://revistamaguenescudo.wordpress.com/los-judios-de-sicilia/
Wednesday, September 14, 2016
Una nota di solidarietà a Sergio Pollina.
Qualche tempo fa, mi sono imbattuto in
un articolo non firmato dal titolo roboante e grammaticalmente incorretto di “SERGIO
POLLINA E LE CITAZIONE DEL LIBRO DELLA PROFESSORESSA KING. CHI CITA
ONESTAMENTE?” (sic) in cui un gruppo di anonimi apologeti del movimento settario
detto dei “Testimoni di Geova” – qualunque cosa possa significare
quest’ampollosa quanto ridicola nomea che tali adepti si portano dietro – si
lasciava andare ad un miserevole attacco vergato nei confronti di un breve testo
del dott. Sergio Pollina dal titolo: “Risposta a Svegliatevi!”, in cui lo
studioso analizzava la vicenda storica dei suddetti “testimoni” e del regime
nazista, sfatando alcune delle molte falsificazioni in proposito.[1]
Il testo che questi “geovisti” (che nomi!) hanno pubblicato contro il saggio
storico di Pollina è un trionfo del solito analfabetismo rissoso con cui si ergono
ex cathedra asini cui non si dovrebbe
dare alcun peso, del resto il blaterare degli asini, anche quando stanno alla
tastiera, rimane sempre tale per coloro che sanno ancora distinguere il
ragliare dalla voce vera. Premetto di conoscere Sergio Pollina da lungo tempo
e, nonostante ci troviamo ormai da tempo su continenti diversi, la mia profonda
stima ed amicizia nei suoi confronti rimangono immutate e profonde. Sergio
Pollina non è inoltre al corrente di questa mia breve nota sul testo degli
anonimi apologeti della setta “geovista” di cui mi assumo ogni responsabilità. La
conoscenza di Sergio Pollina e l’amicizia di cui mi onora mi fanno sentire la doverosa
necessità di testimoniare pubblicamente che egli è sempre stato un galantuomo dalla
profonda dirittura etico-morale, una persona integerrima ed uno studioso
infaticabile ed eccellente che non merita di certo le basse e volgari insinuazioni
asinine che gli provengono da pseudoarticoli online non firmati come quello
riportato nel testo di cui sopra da un gruppo di apologeti di un movimento che
può attecchire solo nell’humus d’infantilismo,
incultura e della più nera superstizione di menti mediocri e immensamente
confuse così comuni nella nostra epoca. Il mondo delle sette è, del resto, uno
tra i livelli culturalmente più bassi che si possano immaginare.
È un antico stratagemma maligno quello
di coloro i quali, non avendo nulla da ribattere al ragionamento, attaccano veementemente
il ragionatore, tanto per trovare una giustificazione alla loro rabbia e, al
tempo stesso, sviare l’attenzione dal tema che egli propone: si ne peut détruire le raisonnement detruit
le résonateur. Questa struttura dell’argumentum
ad hominem, sempre calunnioso per chi lo riceve ed avvilente per chi lo
propone, è ancora peggiore quando viene utilizzata nei confronti di persone la
cui dirittura morale ed intellettuale non può di certo venir messa in
discussione da un qualunque asinello alla tastiera che, tra l’altro, ignora
totalmente anche le regole di citazione più elementari. Questi signori infatti,
presi dal loro furore “geovista”, scrivono: “Vedremo come il testo presentato
dall'apostata contiene puntini..che omettono parti significative..” (sic).
Chiaramente, non essendo costoro avvezzi alla scrittura, ignorano che
l’inserimento dei puntini di sospensione in un testo è una regola basilare per presentare
qualunque citazione in cui venga omessa una parte del testo ritenuta verbosa o
non rilevante per il discorso portato avanti. L’intento di Sergio Pollina non
era certamente censorio verso l’articolo riferito, che infatti citava, rendendo
così possibile, per chiunque voglia approfondire il tema, di rintracciare il
testo originale; come dicevamo, regole di scrittura elementari, nulla di
trascendentale né su cui scomporsi come fanno i detrattori del saggio. Nel loro
testo sgrammaticato e violento questi signori che hanno vergato questa
fetecchia di attacco, capaci di gettare veleni, ma evidentemente incapaci di
firmarsi con il loro vero nome, aggiungono poi en passant l’attribuzione di “apostata” ad una persona alla quale, questi
boriosi incapaci al servizio della perfidia e della malignità, non potrebbero avere
neppure l’onore di lustrare le scarpe dopo una giornata di pioggia.
Non voglio abusare
del tempo altrui nel commentare ulteriormente un testo privo di alcuna dignità,
scrivo questa brevissima nota solo in virtù della profonda indignazione che
ogni individuo retto da principi propri dovrebbe provare di fronte alla
stoltezza ed alla malvagità che imperano e per manifestare la mia solidarietà e
stima nei confronti di Sergio Pollina, ingiustamente fatto oggetto degli strali
del bieco ragliare di asini incapaci di qualunque decenza, misura o autocensura.
Lev Tolstoj ha scritto: «Se le persone corrotte si uniscono fra loro per
costituire una forza, le persone oneste devono fare lo stesso». La nostra, epoca
di strabiliante incultura favorisce, purtroppo, questo genere di attacchi nei
confronti di persone la cui opera dovrebbe, già di per sé, mostrarne il valore
e la credibilità. La storia personale e culturale di Sergio Pollina non ha
chiaramente bisogno di spiegazioni, né della mia modesta difesa e testimonia, di
per sé, il grande coraggio e impegno morale e sociale non comuni del Nostro
mentre, dall’altra parte, si devono tollerare i soliti cialtroni senza gloria e
senza storia che sputacchiano sentenze in un testo sgrammaticato e senza
fondamento battuto, forse, in qualche malaugurato scantinato senza neppure un
dizionario in forma abbreviata a portata di mano. Basta effettuare una ricerca in
internet per rendersi conto della qualità, impegno ed onestà nell’attività
d’informazione e di smascheramento dei movimenti settari compiuta da Sergio
Pollina in decenni di studi e ricerche su cui quattro pagliacci senza nome si
permettono di sindacare e commentare ex
cathedra insipiens. Sergio Pollina potrebbe certo ben starsene in disparte
senza bisogno di continuare la sua meritoria opera d’informazione sui movimenti
settari, ma questa sarebbe una scelta di comodo e, certamente, un’opzione che
confliggerebbe con la dirittura morale di quest’uomo e con il suo senso del
rigore e della giustizia. Non esagero per niente quando dico che il vero grande
problema del nostro mondo è che non ci sono abbastanza persone del calibro e
della qualità morale e intellettuale di Sergio Pollina e di fronte
all’ignoranza ed alla cialtroneria senza nome che crede di poter infangare il
nome di coloro che hanno a cuore la dignità e la decenza si può solo continuare
a rispondere: non praevalebunt!
Sergio Caldarella
Monday, August 29, 2016
Pensare il mare.
Recensione al libro Il Pensiero Meridiano di
Franco Cassano.
Ci sono
libri sui quali si giocano interi destini, offrendo il senso di quelle correnti
profonde, sovente nascoste, che nutrono il corpo vivo della cultura. Questi
sono libri che, almeno in teoria, dovrebbero influenzare il senso e gli
orientamenti di una cultura, rendendo visibili sentieri che, pur essendo da
sempre dietro quella curva celata dai rovi e dalle ragnatele del tempo, non
erano ancora stati esplorati, libri che, una volta pubblicati, dovrebbero mutare
gli orientamenti e le categorie della cultura esistente. Quando, nel 1922,
Oswald Spengler pubblicava una prefazione definitiva al suo ormai classico Tramonto dell’Occidente, egli riprendeva
e correggeva il testo della prefazione precedente aggiungendo: “Nell’introduzione
all’edizione del 1918 (...) dicevo di esser convinto che nel libro era
contenuta la formulazione di un pensiero irrefutabile, tale da non dover essere
più discusso una volta che fosse stato esposto. Avrei piuttosto dovuto dire:
una volta che fosse stato capito”. E se, all’epoca di Spengler, o quantomeno
all’epoca della prefazione, il pensiero andava soltanto capito, oggi la
comprensione di un testo deve battersi in primo luogo contro un marasma di
opinioni e paralogismi ad hoc che
ormai diseducano le menti degli uomini indirizzandoli verso la sola
manipolazione tecnica di cose e fogli
di calcolo. Questa è una tra le ragioni per le quali risulta difficile, se non
impossibile, l’imporsi di quei pensieri tanto necessari sia alla nostra epoca
sia alla sopravvivenza della specie.
Nel 1996, la
casa editrice Laterza ha pubblicato la prima edizione de Il pensiero meridiano di Franco Cassano, un libro che, nei
vent’anni trascorsi, avrebbe dovuto influenzare radicalmente un pensiero
culturale se ve ne fosse ancora uno in grado di emergere dal rumore e dalla
confusione creata dallo pseudopensiero veicolato, oggi, dalla cultura
ufficiale, da ogni mezzo di comunicazione generalista e dai loro gestori e
piccoli esecutori. Difficilmente nel panorama italiano, così avvoltolato sulle
proprie speculazioni localistiche, è dato trovare un testo di tale densità
teorica come quello presentato da Franco Cassano. Già dal titolo, il volume di
Cassano si presenta come un testo il cui valore di riferimento appare
geografico-topologico eppure, interpretandone le strutture, si scopre in questo
scritto non soltanto una lettura originale e multidisciplinare – una completa
anomalia nell’accademia contemporanea – della modernità e dei suoi conflitti,
ma anche una nuova chiave di lettura filosofica delle categorie di questo nostro
mondo ambiguo e strano. Si sente, soprattutto negli ultimi capitoli, la traccia
o il tentativo di un’analisi sociologica ma, sin dai primi paragrafi, si coglie
la profondità di una filosofia attenta, capace di trarre intuizioni di
significato da ogni spazio del mondo, dal mare alla foresta. Franco Cassano, in
questo libro, riprende alcuni tra i temi principali della riflessione
filosofica contemporanea intrecciandoli, abilmente, fino a mostrare falle
insospettate in quella riflessione che aveva accolto ed ammesso la predominanza
di pensieri che presuppongono il riflesso di altre geografie le quali, partendo
da larghe pianure e foreste leggono una stabilità nel mondo che il mare,
panorama del pensiero meridiano, invece non concede. Hermann Broch scriveva tempo
addietro: “Coloro che vivono in riva al mare difficilmente possono formare un
unico pensiero di cui il mare non sarebbe parte”. L’intera cultura Greca, una
delle due grandi culture di fondazione dell’Occidente, è un grande pensiero con
al centro il mare come elemento fisico e come dimensione dello spirito: Θάλαττα!
θάλαττα!.
Il pensiero
che avviene con lo sguardo diretto alla mutabilità del mare che, nel passaggio verso
l’orizzonte, coincide con una fuga che l’occhio sente verso una delle infinità del tramonto, non può correlarsi al
pensiero di colui che s’inerpica in una selva o che riposa sotto un cielo
pallido e piatto, né coloro che vivono tra queste piatte lande potranno mai
tradurre adeguatamente la complessità dei significati di un pensare vivo e
intenso sorto tra le rive di mari verdazzurri come l’Egeo o il Mediterraneo. Non
che i pensieri non siano traducibili, ma ad orizzonti diversi corrispondono ermeneutiche
diverse. Nelle analisi su Heidegger e Carl Schmitt, partendo proprio dalla
topologia del suolo germanico e la contrapposizione con l’illuminante centralità
del mare, Franco Cassano scrive: “il mare opera uno sfondamento che apre la
mente all’idea di partenza, all’esperienza di un’infedeltà che rende incerta ma
anche più grande e complessa la fedeltà, che inventa la nostalgia, quel dolore
e quel desiderio della patria che la fanno diventare interiore, compagna di
viaggio di ogni viaggiatore” (p.16). Il mare contiene una dimensione che
trasforma ed amplia il sentire, un’esperienza interiore e trasformativa non
riassumibile nella sola esperienza esteriore. Tu vedi l’acqua e dici: “il mare”,
ma il mare non è l’acqua che vedi e l’acqua che vedi non è ancora il mare.
In questo
libro Franco Cassano presenta un pensiero che si caratterizza come “meridiano”
che è, poi, quell’antico pensare che aveva dato luce alla filosofia dei Greci la
quale è, pur sempre, una filosofia del mare, sorta tra l’Egeo, l’Adriatico, lo
Ionio e il Mediterraneo e le narrazioni, poetiche o filosofiche, che questi
hanno ispirato e generato. Sui mari del pensiero che determinano un pensiero
del mare, sorgeranno archetipi letterari che incarnano intere filosofie da
Abramo ad Ulisse, fino ai personaggi di Joseph Conrad o il tremendo capitano
Achab traendo, a piene mani, da quel tipo dell’uomo mediterraneo, il primo uomo
del mare, capace di essere, seguendo l’analisi di quello straordinario
personaggio che era il marsigliese Gabriel Audisio, “cavaliere del mare” e “re
contadino”, uomo tra terra e mare.
Franco Cassano,
in virtù di un pensiero che possa dirsi “meridiano”, rivendica il senso
dell’ambivalenza, la contrapposizione del continuo movimento-divenire del mare
all’ombrosa stabilità delle foreste del Nord e dei monti dell’Est da cui
nascono ben altri miti e ben altre filosofie. Cassano mostra, in questo testo,
come il pensiero sia anche localizzabile
tra le sue geografie, così “orientarsi nel pensiero” (Kant) significa anche
trovare quella direzione che determinerà lo sguardo verso una direzione, estraendo
dal mondo una filosofia che è anche un riverbero di quell’osservato e, per
questo, abbiamo il mare come presenza fondamentale del “pensiero meridiano” per
i Greci, ma anche come metafora e riverbero della vita umana, sempre in bilico
tra essere e non-essere, tra la stabilità della terra e la natura infinitamente
mutevole del mare di quell’uomo che sa di trovarsi sempre in un complesso equilibrio esistenziale tra terra e mare.
(Sergio
Caldarella, Pensare il mare.
Recensione al libro Il Pensiero Meridiano di Franco Cassano).
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